lunes, 16 de mayo de 2022

Crítica teatro: Billy Elliot, el musical / Teatre Victòria Barcelona

 


Billy Elliot está ambientada en un condado británico inmerso en una huelga de mineros a mediados de los ochenta. En este ambiente opresivo, pobre y duro, Elliot ,un niño de unos doce años, descubre su pasión por el ballet , y se embarcará en clases de esta disciplina, pero tendrá en contra a todo su entorno. ¿Logrará su sueño? Y como es sabido la famosa película del año 2000 se transformó en un musical teatral de exito...

Billy Elliot es un espectacular musical con números muy dinámicos y sin tiempos muertos para aburrirse.  ¿Qué decir de Marc Gelabert?  pues que interpretó de una manera genial a Elliot en la función a la que asistí,  dominado el baile, el canto y la interpretación. El chico expresa su dolor, rabia, frustración  y pasión en los momentos cumbre con una intensidad de diez, al igual que su compinche de correrías interpretado por Noah Arroyo, aunque con otro tono más festivo y es que hasta Antonio Molero con tan solo seis años actúa con una pasmosa naturalidad. De hecho todo el cuerpo de baile formado por las niñas de la clase de danza, bailan y actúan con celeridad admirable y ojo que dominan el ballet clásico pero también el claqué y el protagonista, incluso la acrobacia. Teresa Guillamón a la que pudimos ver hace muy poco en la película Historias lamentables, la última genialidad fílmica del universo personal del director Javier Fesser, interpreta aquí a la abuela del protagonista de forma muy divertida y con un tema musical de denuncia muy potente. Natalia Millán da vida a la profesora y mentora del chico que hará que este se apasione por la danza, a la vez que ella recupera más su propia ilusión por el baile y no podemos olvidar al padre de Elliot con un Nacho Novo espléndido con esa oscuridad, amargura  y pocas miras,  pero que nos hará sentir su evolución.   Felipe Ansola, como su otro hijo, que aporta esa lucha inamovible de los trabajadores. Pedro Ángel Roca como entrenador de boxeo da ese toque de humor dosificado a la obra.


Los números musicales en que se mezcla la escuela con las niñas danzando con la violencia de las manifestaciones obreras con trabajadores y policía son muy potentes y están muy bien coreografiados.  Billy Elliot tiene momentos de puro musical grandilocuente con otros más intimistas, ambos funcionan y están equilibrados. Las letras de las canciones son emotivas y conmovedoras, y aunque traducidas al castellano, no hay que olvidar que su creador original para  la versión teatral es nada menos que Elton John con el letrista Lee Hall

Otra parte digna de mención es la compleja escenografía con grandes decorados que aparecen en un pispas:  la fábrica, la escuela, la casa, esa navidad con Margaret Thatcher,  la gran sala de selección, con otros más pequeños pero muy efectivos: el ascensor de la mina, la habitación de su amigo, las puertas del hangar para la prueba, las vallas de la fábrica…

Billy Elliot no deja de ser un canto universal a vivir y luchar por tu sueño, a no rendirse pese a las adversidades, a seguir tu camino, visto en películas como Rocky, al que por cierto se le menciona (olé, por eso, desde este blog), o otras como Flashdance, pero aquí está presente la crítica social, el momento de las huelgas mineras y que en esa sociedad obrera y empobrecida británica de los ochenta, un niño en clases de  ballet no lo tenía muy fácil socialmente, ya sabemos los tópicos y lo rudo que era ese ambiente. Y está claro que esta obra tocará más la fibra a aquellas personas que  sienten o sintieron la llamada del baile, la danza, el espectáculo, ese cosquilleo, esa pasión, ese sentirse vivos y plenos cuando están produciendo ese arte,  pues su mensaje es certero, bonito  y sublime.

Más de dos horas que se te pasarán volando acompañando a Billy Elliot en ese viaje de descubrimiento de su pasión. Un gran espectáculo musical por todo lo alto que equilibra notablemente drama y humor.

Queda muy poco tiempo para disfrutar de Billy Elliot en el Teatre Victòria. Como último apunte tal vez deberían apagar los monitores del Hall del teatro en el que van pasando diferentes imágenes del show, pero llenos de destripes, algo imperdonable. 


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