Un recuerdo
Las portadas de Antonio Bernal Romero estuvieron muy presentes en los kioscos y hogares españoles desde los años sesenta hasta finales de los ochenta, gracias, entre otros, a la multitud de novelas de bolsillo, a la colección Joyas Literarias Juveniles, y a los incombustibles héroes como El Capitán Trueno, El Jabato o El Corsario de Hierro. Estas publicaciones vibraban por sus portadas a color que te invitaban a gozar de una aventura de cualquier género y que te empujaban hacia el interior del ejemplar. Todo un arte que el autor, recientemente fallecido, nos brindaba con gusto y honestidad.
Conocí a Bernal hacia el año 2009. Era difícil que no te cayera bien y era difícil no hacerte su amigo al cabo de poco tiempo debido a su carácter y su forma de ser abierta, generosa y jovial. Su conversación estaba salpicada de sonrisas, de preguntas a su mujer Mercedes, de interrupciones para buscar esa fotografía o esa imagen entre cientos de ellas, de interesarse por algún compañero dibujante y de hablar de su trabajo con humildad. Mirando alguno de sus dibujos siempre podía encontrar algo que mejorar, para él nunca estaban acabados.
Muchos de sus amigos tendrán una caricatura realizada por él por pura distracción. A las chicas les solía hacer un retrato sin ofenderlas, ya que en una caricatura se resalta lo que a menudo se pretende ocultar. Una vez sonreí al ver en la rebotica de una farmacia de su barrio el retrato de un bebé en el que reconocí su trazo. Estoy seguro que iba asiduamente a esa farmacia y se ofreció a dibujarlo por placer.
En diversas ocasiones me dejó fotografiar muchas de sus obras para poder colgarlas en este blog. Bernal tenía un archivo impresionante de imágenes en su estudio (fotografías, recortes, libros...). Como él decía era un depredador de ellas. En una época en que no había ni video para detener una imagen ¡ya me dirás!
Ya me gustaría a mí llegar a su edad con la energía que él poseía, pues se acuclillaba para enseñarme sus últimos trabajos en una gran carpeta que tenía en el suelo y al cabo del rato casi me costaba más a mí levantarme que a él. Alguna vez lo vi caminar por la calle, con 87 años, e iba rápido y con paso firme.
Bernal sabía que alcanzó el reconocimiento con las portadas de los tres personajes de Víctor Mora, pero yo pienso que la infinidad de sus otras obras son joyas que aún hoy y por siempre tendrán la misma fuerza visual que cuando las creó. En las últimas décadas se supo querido por todos su seguidores. Al autor también le gustaba pintar cuadros con paisajes y sobre todo marismas. Así, pues, ilustrador y pintor. Pocos pueden trabajar y dominar ambos mundos.
Bernal admiraba a los ilustradores americanos de historias del oeste y se alegraba mucho al conseguir libros de ellos. El western era uno de sus temas favoritos que tan bien plasmó en multitud de portadas. Un tema al que continuo volviendo incansablemente hasta casi su muerte, porque como un viejo y polvoriento cowboy que nunca se retira del todo, él no lo hizo y continuó dibujando por placer una vez jubilado. ¡Hasta incluso realizó nuevas portadas de El Jabato para Ediciones B! Una banda sonora para acompañar su vida y sus portadas podría ser cualquier tema de Ennio Morricone aderezado con disparos de revólveres en la lejanía.
En este texto he mencionado a Mercedes su mujer y ella confirma el dicho popular de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Bernal estuvo bien cuidado por ella y ambos se querían, eso se notaba, y después de tantos años de convivencia también era entrañable cuando se lanzaban sus puyitas.
Al inicio de este escrito comentaba que sus portadas estuvieron muy presentes en los hogares españoles. Creo, además, que lo siguen estando en las casas de los que amamos este arte y que conservamos esas publicaciones ya sea de forma física o en nuestros recuerdos. En el caso de Bernal más todavía porque aún se siguen utilizando sus portadas en las nuevas ediciones de los personajes de Víctor Mora.
Siento mucho la muerte de Bernal y cuando recuerdo que me llamaba sonriendo Taradete!!!, un seudónimo que le hacía gracia, me entra la tristeza. Ya no se lo puedo decir pero me alegro de haberle conocido, gracias por todas las buenas conversaciones que tuvimos y por tu preocupación por mí.
Hoy hace un mes que nos dejó.
Las portadas de Antonio Bernal Romero estuvieron muy presentes en los kioscos y hogares españoles desde los años sesenta hasta finales de los ochenta, gracias, entre otros, a la multitud de novelas de bolsillo, a la colección Joyas Literarias Juveniles, y a los incombustibles héroes como El Capitán Trueno, El Jabato o El Corsario de Hierro. Estas publicaciones vibraban por sus portadas a color que te invitaban a gozar de una aventura de cualquier género y que te empujaban hacia el interior del ejemplar. Todo un arte que el autor, recientemente fallecido, nos brindaba con gusto y honestidad.
Conocí a Bernal hacia el año 2009. Era difícil que no te cayera bien y era difícil no hacerte su amigo al cabo de poco tiempo debido a su carácter y su forma de ser abierta, generosa y jovial. Su conversación estaba salpicada de sonrisas, de preguntas a su mujer Mercedes, de interrupciones para buscar esa fotografía o esa imagen entre cientos de ellas, de interesarse por algún compañero dibujante y de hablar de su trabajo con humildad. Mirando alguno de sus dibujos siempre podía encontrar algo que mejorar, para él nunca estaban acabados.
Muchos de sus amigos tendrán una caricatura realizada por él por pura distracción. A las chicas les solía hacer un retrato sin ofenderlas, ya que en una caricatura se resalta lo que a menudo se pretende ocultar. Una vez sonreí al ver en la rebotica de una farmacia de su barrio el retrato de un bebé en el que reconocí su trazo. Estoy seguro que iba asiduamente a esa farmacia y se ofreció a dibujarlo por placer.
En diversas ocasiones me dejó fotografiar muchas de sus obras para poder colgarlas en este blog. Bernal tenía un archivo impresionante de imágenes en su estudio (fotografías, recortes, libros...). Como él decía era un depredador de ellas. En una época en que no había ni video para detener una imagen ¡ya me dirás!
Ya me gustaría a mí llegar a su edad con la energía que él poseía, pues se acuclillaba para enseñarme sus últimos trabajos en una gran carpeta que tenía en el suelo y al cabo del rato casi me costaba más a mí levantarme que a él. Alguna vez lo vi caminar por la calle, con 87 años, e iba rápido y con paso firme.
Bernal sabía que alcanzó el reconocimiento con las portadas de los tres personajes de Víctor Mora, pero yo pienso que la infinidad de sus otras obras son joyas que aún hoy y por siempre tendrán la misma fuerza visual que cuando las creó. En las últimas décadas se supo querido por todos su seguidores. Al autor también le gustaba pintar cuadros con paisajes y sobre todo marismas. Así, pues, ilustrador y pintor. Pocos pueden trabajar y dominar ambos mundos.
Bernal admiraba a los ilustradores americanos de historias del oeste y se alegraba mucho al conseguir libros de ellos. El western era uno de sus temas favoritos que tan bien plasmó en multitud de portadas. Un tema al que continuo volviendo incansablemente hasta casi su muerte, porque como un viejo y polvoriento cowboy que nunca se retira del todo, él no lo hizo y continuó dibujando por placer una vez jubilado. ¡Hasta incluso realizó nuevas portadas de El Jabato para Ediciones B! Una banda sonora para acompañar su vida y sus portadas podría ser cualquier tema de Ennio Morricone aderezado con disparos de revólveres en la lejanía.
En este texto he mencionado a Mercedes su mujer y ella confirma el dicho popular de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Bernal estuvo bien cuidado por ella y ambos se querían, eso se notaba, y después de tantos años de convivencia también era entrañable cuando se lanzaban sus puyitas.
Al inicio de este escrito comentaba que sus portadas estuvieron muy presentes en los hogares españoles. Creo, además, que lo siguen estando en las casas de los que amamos este arte y que conservamos esas publicaciones ya sea de forma física o en nuestros recuerdos. En el caso de Bernal más todavía porque aún se siguen utilizando sus portadas en las nuevas ediciones de los personajes de Víctor Mora.
Siento mucho la muerte de Bernal y cuando recuerdo que me llamaba sonriendo Taradete!!!, un seudónimo que le hacía gracia, me entra la tristeza. Ya no se lo puedo decir pero me alegro de haberle conocido, gracias por todas las buenas conversaciones que tuvimos y por tu preocupación por mí.
Hoy hace un mes que nos dejó.
Gracias por tus bonitas palabras sobre Bernal. Le echaremos de menos. Un saludo.
ResponderEliminarAmén
ResponderEliminarYa sabes que sentía un gran afecto también por él, y me alegra que le recuerdes. Se lo mucho que le apreciabas seguirá vivo mientras le recordemos. Un abrazo.
ResponderEliminarQue rápido pasa el tiempo, no pude despedirme de Antonio como me hubiese gustado. Recuerdo que en la última conversación telefónica que tuve con él, el 13 de septiembre me dijo: tranquilo que ya encontraré yo la manera de que podamos vernos aquí o allí, no te preocupes. Yo era consciente que iba a ser muy difícil que volviéramos a encontrarnos, intuía desde hace tiempo que no iba a volver a verlo. Me fui unos días de vacaciones y nada mas volver me enteré de su muerte esa misma tarde. Lo recuerdo con gran cariño todos los días, nada ni nadie puede turbar lo más mínimo el gran aprecio (y en mi caso añado una gran admiración) que nos teníamos mutuamente.
ResponderEliminarHace unos días también nos dejó el gran Tran (Jose Luís Beltrán Coscojuelas), a los 82 años de edad.
ResponderEliminarNo estaría mal que le dedicara alguno de sus próximos artículos, señor Taradete (si le apetece y no tuviera inconveniente en hacerlo).
Saludos y enhorabuena por su blog.
Un saludo a todos.
ResponderEliminarMi intención es hacer una entrada sobre Tran en cuanto pueda.
Acabo de leer tu artículo sobre mi padre y, buf !!, cuesta leerlo sin emocionarse. Gracias en nombre de mi madre, Mercedes, por el cariño que le tienes y que transmiten tus palabras cuando la mencionas, y de parte de toda la familia, incluido mi padre, por supuesto, al que siempre le daba una alegría cuando le llevaba impresos tus artículos. Ya sabes cuanto te apreciaba. Ese aprecio se mantiene vivo en la familia. Un abrazo grande, taradete.
ResponderEliminar